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Irse para conseguir comida: duros relatos de los niños migrantes venezolanos

Enmarcados en el escenario desolador de la falta de oportunidades, hiperinflación, escasez y violencia vivida en Venezuela durante años, muchos niños son parte de los más de 5,6 millones de venezolanos que han migrado del país.

A sabiendas de la situación desde hace ya varios años en la nación suramericana, la organización sin fines de lucro World Vision le solicitó a algunos infantes que retrataran en fotos la manera en que viven actualmente.

Además de las imágenes, que se pueden ver en el fotolibro Habitar, la BBC Mundo habló sobre la nueva vida de Juan David, de 11 años de edad, que ahora reside en Cúcuta, Colombia, así como de Valeria, que vive en Manta, Ecuador, y tiene 12 años.

Relato de Juan David

El relato expreso del primero de los infantes comenzó con el recuerdo vívido de su infancia con amigos en el estado venezolano de Portuguesa, descrito como “muy feliz” al columnista y reportero Daniel García Marco.

Aun así, las condiciones en contra de su familia se duplicaron cuando su hermana, llamada Bárbara, y su madre, fueron secuestradas por lo que David llamó “chicos malos”.

A la madre la amenazaron con quitarle su hogar, no sin antes despojarla de su hija Bárbara.

La situación obligó a la madre a marcharse a Cúcuta con una de sus hijas hasta poder reencontrarse con David y otros dos hijos tiempo después. Ahora residen en una vivienda donde no pagan arriendo por las deplorables condiciones para vivir, y donde David debe buscar leña para cocinar, como hacía en Venezuela.

“Aquí es más fácil conseguir comida, pero aquí los nombres de los dulces son diferentes a Venezuela”, contó David, tras describir el largo viaje hasta la ciudad fronteriza y su adaptación a ella.

“Extraño muchísimo a mis amigos y a mis familiares que dejé en Venezuela. Gracias a mi mamá nos va muy bien y no me costó mucho adaptarme”, dijo David, quien se autodefine como un amante de las matemáticas.

“Le digo a la profesora que me ponga matemática. Como en Venezuela era más importante el trabajo que los estudios, yo no sabía tanto y le dije a la maestra de aquí que me enseñara a leer”, cuenta David.

La madre de David, no identificada, además de ser voluntaria en varias ONG dedicadas a migrantes como ella, trabaja y gana el pan de cada día recogiendo tapas de plástico y botellas que vende en una recicladora local.

El infante rememoró que en Venezuela tenía que trabajar duro con su abuela, y contó sobre su sueño de ser abogado y psicólogo por dos propósitos: ayudar a la defensa de los niños, así como apoyarlos para que no pasen tantas calamidades.

“A mí volver a Venezuela no me gustaría porque la situación está muy dura. No pienso ir porque si voy, vamos a repetir otra vez lo mismo. Mucha gente se va. Es como si estuvieran abandonando Venezuela, como si Venezuela ya no existiera”, confesó.

Relato de Valeria

El segundo relato de la BBC Mundo fue sobre Valeria, una niña de 12 años que nació en el estado Cojedes y que ahora vive junto con su madre, padre y hermano en la ciudad ecuatoriana de Manta, ubicada en la provincia de Manabí.

Valeria contó el inicio de su “aventura” al remontarse a agosto de 2019, cuando dejó entre sentimientos de nostalgia y emoción su país en compañía de su mamá y hermano con la esperanza de reencontrarse con su papá, quien había partido hacia allá tiempo antes.

“Nos marchamos de Venezuela por la situación del país. Ya no era como era antes: se iba la luz, se iba el agua… Una vez se fue la luz 5 días, y el gas iba y venía”, dijo la niña, quien contó el esfuerzo de sus progenitores para que no le faltara comida.

Valeria relató la forma paulatina y obligatoria en que fueron eliminadas de su dieta cotidiana las bebidas chocolatadas. “Íbamos buscando las cosas más baratas de tiendita en tiendita, así hace todo el mundo: buscar lo más necesario y lo más barato”, dijo.

La niña cuenta que le gusta la playa de la costa ecuatoriana, región en la que reside, y que a pesar de que se la hace curioso el modismo local, agradece el recibimiento sin trato discriminatorio que ella y su familia han obtenido en lo que ahora considera su segundo hogar.

“Claro que me gustaría volver a Venezuela a ver a mis amigos, a mi familia. Lo que más extraño es a mis amigos y familiares. Es difícil saber cuándo va a cambiar, puede que sea en un año, en cinco, quién sabe”, señaló.

A pesar de la nostalgia por las tradiciones familiares celebradas con su familia en su país, así como por la separación de su abuela y demás familiares, Valeria antepone la alegría a la tristeza.

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